21 de mayo de 2021
“Si un taco gratis puede ayudar a que la gente se vacune, bueno, eso es maravilloso”
"¿Saben qué? Esto me encanta".
En ese momento, una lágrima se asomó a los ojos de la Dra. Matilde "Mattie" Castiel. Su voz se quebró. La inspectora de Salud Pública y Bienestar Social de Worcester estaba sentada en una silla plegable en el estacionamiento de Taco Caliente, mirando cómo un grupo de vecinos del área y personas de otras zonas se arremangaban para recibir la primera dosis de lo que ella llama "la vacuna de la igualdad".
"Me encanta esto porque me doy cuenta de que la gente no llega a comprender la importancia de vacunarse", dice, con la voz casi quebrada por la emoción, "pero si yo puedo salir a hablar con los vecinos de la comunidad", dice, emocionada, "es algo increíble".
Mattie Castiel se había bajado de una camioneta que la había trasladado desde una obra en construcción, donde acababa de ver cómo vacunaban a los trabajadores de aquel lugar.
Taco Caliente fue una de casi doce clínicas "itinerantes" o microclínicas instaladas por toda la zona Este de Worcester, diseñadas para llevar las vacunas contra el COVID-19 a quienes, de no ser por estas clínicas, conformarían un grupo poblacional sin acceso a vacunarse, dentro de una de las ciudades de Massachusetts que más afectada ha sido por el COVID-19.
"Las muertes y el sufrimiento que el COVID-19 ha provocado han sido devastadores, y su impacto ha sido desproporcionado en comunidades que de por sí, ya cargaban con un índice de morbilidad desmedido", dice la Dra. Monica Bharel, directora del Departamento de Salud Pública del Estado, cuyo departamento fue pionero en la iniciativa estatal sobre igualdad de acceso a la vacunación, mediante la cual, varios encuestadores llegaron a 82,000 hogares y patrocinaron cerca de 500 eventos locales en las 20 áreas más afectadas del Estado, entre las que se encuentra Worcester. "Estos programas son exactamente lo que necesitamos en este momento, ya que acercan las vacunas al lugar de residencia de las personas y permiten que todos tengan el mismo acceso a la vacunación".
Actualmente, en Worcester, Castiel dice que "la meta es llegar a la gente, lisa y llanamente, vacunar a todas las personas de color. Es cierto que, históricamente, las vacunas siempre han generado escepticismo y miedo en las comunidades de gente de color. Y aunque esto es muy cierto, creo que el mayor problema se relaciona con la posibilidad de acceder a las vacunas, más que con una cuestión de miedo o escepticismo.
"En este lugar, la gente sencillamente no puede darse el lujo de ausentarse del trabajo o dejar a sus hijos. Es por eso que debemos llegar hasta el lugar donde se encuentran, es decir, hasta su lugar de trabajo, incluso, de ser posible, ir a sus iglesias, tiendas, barberías.
"Y si un taco gratis puede ayudar a que la gente se vacune, bueno, eso es maravilloso. Eso es justamente lo que buscamos con esta iniciativa de equidad en la vacunación".
Según explica Castiel, el COVID ha logrado exacerbar las desigualdades arraigadas desde hace mucho tiempo en el ámbito del cuidado de la salud, ya que la gente de color ha sufrido índices desproporcionados de contagio, hospitalización y muerte. Por tal motivo, explica, también ha impulsado una especie de enfoque tipo MASH que conlleva el acceso a recursos fundamentales para combatir la pandemia, algo similar a lo que hace el Ejército cuando instala quirófanos de campaña en áreas de combate. En pocas palabras: para lograr igualdad en el proceso de vacunación, es necesario llegar a las personas hasta el lugar donde se encuentran.
Un ejemplo claro: Carlos Rosario, un barbero de 39 años y padre de cuatro hijos, quien explicó, con la ayuda de un traductor, que no tenía pensado vacunarse porque no podía darse el lujo de ausentarse del trabajo.
"Al principio", explica, "las colas eran interminables y yo no podía darme el lujo de esperar. Realmente no pensaba en el tema, pero ahora me alegra estar vacunado", dice con una amplia sonrisa que le ilumina el rostro.
Durante el día, Syed Shah, de 20 años, administra una tienda de venta de pollo frito Crown Fried, ubicada en Chandler Street, a pocas cuadras de Taco Caliente. Por la noche, asiste a Clark University.
"Programé una cita para vacunarme pero la espera no terminaba nunca", explica. "Estaba un poco nervioso porque tengo un trastorno del sistema inmunológico".
Llegó a Taco Caliente junto a su hermano y al dueño de Crown Fried Chicken. Los tres fueron vacunados. "Ahora me siento mucho menos nervioso, gracias".
Para Deborah Beilen, de 52 años, aplicarse la vacuna de Pfizer fue más bien el resultado de un impulso que sintió al pasar con el auto por Taco Caliente, algo parecido a ese deseo que uno siente de comprar algo por el hecho de verlo exhibido.
"No sé", exclama con un suspiro. «Todavía estoy reticente. O sea, ¿dónde se hacen estas vacunas? No sé. De casualidad, iba conduciendo por la zona junto a mi amiga y vi el cartel "Clínica gratuita". Así que me dije: "¿por qué no?"»
Kristin Sullivan dijo que esperó meses por una vacuna mientras aún había una cantidad limitada, y cuando finalmente le dieron un turno, se lo cedió a sus padres, que eran mayores.
"Sencillamente me pareció más importante ocuparme de que mis padres estuvieran protegidos", dice esta estudiante de enfermería de 37 años. "Tenía fe de que las cosas saldrían bien. Nunca imaginé que me terminaría vacunando en un puesto de tacos", dice riendo. "Aunque pensándolo bien, habiéndome criado en esta ciudad, diría que tiene toda la lógica".
La vacuna es gratis y ahora está a disposición de cualquiera que resida, trabaje o estudie en Massachusetts, sin necesidad de presentar identificación ni tener seguro médico. Blue Cross Blue Shield of Massachusetts, el plan de salud sin fines de lucro más grande del estado, ofrece opciones de transporte gratis.
Mientras Mattie Castiel estaba sentada a una de las mesas de picnic que hay en el estacionamiento de Taco Caliente, un trabajador de refugio local que pasaba por allí después de haberse vacunado posó sus manos sobre los hombros de la médica de 66 años.
"Quiero que sepan", dijo, "que esta es mi segunda madre".
Mattie Castiel le tocó las manos y sonrió. No era la sonrisa de una inspectora de Salud Pública y Bienestar Social, sino más bien, la de un familiar amoroso.
También era la sonrisa de gratitud de una mujer que emigró de Cuba en 1962, cuando tenía 7 años, en el marco de lo que se conoció como Operación Peter Pan. Creció y se educó en California porque creyeron que era alérgica al frío.
"Pero aquí estoy", dice. "Imagínense". La verdad es que esta inmigrante se afincó donde más la necesitaban y la ciudad se lo agradece profundamente.
El anhelo de Mattie Castiel de hacer llegar la vacuna del Covid a los más necesitados es casi un apostolado.
El cuidado de la salud no es un asunto político. La clave está en llegar a las personas para brindarles acceso a todos los recursos que mejoran la calidad de vida.
- dice Mattie Castiel
Hace poco, un lunes por la tarde, en la zona Este de Worcester, el lado más humano de ese cuidado de la salud se pudo apreciar en ese espacio sagrado que normalmente se conoce como "el estacionamiento de Taco Caliente".
¿Le resultó informativa esta columna?
Todo el contenido de Coverage se puede reimprimir gratis.
Lea más aquí.
FOTOS DE NICOLAUS CZARNECKI, QUIEN SE VACUNÓ EN LA TAQUERÍA