3 de agosto de 2020
El derecho de un niño a respirar
En una serie de Coverage, un médico investiga las formas en las que la salud y la atención médica se ven afectadas por el cambio climático, y destaca las medidas relacionadas con el clima que las familias pueden tomar para que podamos ofrecer a nuestros hijos y seres queridos un mundo más saludable, justo y sustentable.
Siempre espero que la próxima vez que atienda a un niño que necesita un respirador para seguir respirando por haber tenido un ataque de asma sea la última. Por suerte, los casos de niños que presentan este cuadro grave de asma son poco frecuentes, pero en el ejercicio de mi profesión he tratado muchos, y cada vez que lo hago, me pregunto qué llevó a que el asma de ese niño empeorara más que el del resto de los niños que tuvieron la misma enfermedad.
Hay una característica sobre el rostro de los niños que ha quedado grabada en mi memoria al verlos conectados a un respirador. La mayoría eran varones. Con frecuencia, niños en la primera etapa de la adolescencia. Y casi siempre de tez marrón o negra.
Los rostros que recuerdo coinciden con los datos que se reflejan en el resto del país. Los niños afroamericanos tienen casi el doble de posibilidades de tener asma y son 10 veces más propensos a morir por esta enfermedad que los niños blancos. La posibilidad de que cualquier niño muera de asma en los Estados Unidos disminuyó precipitadamente entre 2005 y 2015, pero la diferencia en el riesgo de muerte entre niños afroamericanos y blancos aumentó.
Esta diferencia refleja la larga historia de desigualdades en el área de la salud en los Estados Unidos. Es una historia que se ha dado muy poco a conocer pero nunca fue más importante. Los factores que indican que un niño afroamericano sea más propenso a tener asma están vinculados con aquellos factores que explican por qué las tasas de mortalidad por COVID-19 en comunidades afroamericanas en EE. UU. son tres veces más altas que el promedio nacional.
En el caso del asma, las desigualdades en el área de salud comienzan antes del nacimiento. Hay muchos factores que contribuyen para que un niño desarrolle asma. Entre ellos, se destacan los nacimientos prematuros y la evidencia se sigue acumulando e indica que las mujeres que respiran mayor contaminación del aire durante el embarazo son más propensas a dar a luz a bebés prematuros antes de alcanzar su desarrollo. No solo las personas afrodescendientes en los Estados Unidos tienen muchas más posibilidades de vivir en lugares donde la contaminación del aire es peor en líneas generales (cerca de autopistas grandes o plantas de energía), sino que las mujeres afrodescendientes embarazadas tienen el doble de posibilidades de vivir en condados con la peor calidad de aire que las mujeres blancas embarazadas. La exposición a la contaminación ambiental después de nacer también contribuye a tener asma y a empeorar la condición del asma cuando ya se tiene.
La exposición desigual de los estadounidenses afrodescendientes a la contaminación ambiental tiene que ver con el racismo en los Estados Unidos. Durante siglos, se impidió que los afroamericanos fueran propietarios de viviendas, especialmente en vecindarios con escuelas, parques y otras comodidades que estaban mejor financiadas. La cruel paradoja es que la Ley Nacional de Vivienda de 1934, que tenía como objetivo mejorar las oportunidades para que los estadounidenses fueran propietarios de sus casas, se redactó bajo términos de discriminación racial. Muchas ciudades estadounidenses se dividieron en zonas según su "seguridad de inversión" en un proceso que posteriormente se conoció como segregación.
Debido a la segregación en Boston, los barrios históricamente afrodescendientes eran más propensos a recibir las clasificaciones más bajas —clase D. Esto significó que las personas afrodescendientes y otras minorías no pudieran conseguir las hipotecas que respaldaba el gobierno federal. La segregación de antaño aún puede verse en Boston —y otras ciudades— ya que las áreas de clase D suelen estar más cerca de los focos de contaminación (como autopistas principales y plantas de energía) y debido a esto los residentes tienen más posibilidades de enfermarse. También tienen menos árboles y hay islas de calor urbanas más intensas. Después de más de 80 años, y 50 años después de la Ley de Vivienda Justa, los investigadores siguen encontrando pruebas contundentes de discriminación en el acceso a la vivienda.
Cuando atiendo a un niño afrodescendiente con asma (o me encuentro con un conjunto de otros problemas de salud que afectan desproporcionalmente a los niños afrodescendientes), por lo general me veo haciéndolo por los siglos de discriminación racial que han generado las desigualdades en materia de salud que existen en la actualidad.
Si reconocemos el presente colectivo para saber cómo combatir las injusticias que vemos en la sociedad actual —y el daño que provocan en nuestro sistema de salud— todos podemos comprometernos para tomar medidas antirracistas que promuevan la justicia social.
Para hacerlo, tenemos que participar. Las cuestiones en torno a la justicia ambiental se han anquilosado en nuestras políticas, leyes y comunidades durante décadas, y para poder revertir estas injusticias, es necesario que aprendamos y nos pronunciemos. Un buen lugar para comenzar es ir a las reuniones del municipio local y a las audiencias, donde se toman decisiones sobre nuevas iniciativas de desarrollo, infraestructura y transporte que pueden impactar en la contaminación ambiental en su comunidad. Participe de las iniciativas locales para luchar por tener agua y un ambiente libre de contaminación.
También necesitamos dirigentes del sector privado y nuestro gobierno. Y en cuanto a los gobiernos, podemos votar por la justicia ambiental. Podemos conocer (y votar) las posturas de los candidatos (y mejor aún, conocer la trayectoria) sobre la contaminación. Si todos tomamos estas y otras medidas para reducir la contaminación ambiental, podríamos lograr muchas cosas para que el asma sea menos que un problema para nuestros niños, y especialmente para los niños de color en este país.
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El Dr. Aaron Bernstein es codirector del Centro del Clima, la Salud y el Medioambiente Global de Harvard T.H. Chan School of Public Health (Harvard Chan C-CHANGE) y pediatra en el Boston Children's Hospital.
FOTO DEL DR. AARON BERNSTEIN POR JOHN WILCOX