11 de junio de 2020
La vida, la muerte y el dolor
Coverage se enorgullece de publicar columnas con perspectivas importantes de las mujeres médicas negras que pertenecen a la red Diva Docs del área metropolitana de Boston. Hoy, la Dra. Sharma Joseph, anestesióloga y médica de cuidados intensivos en Tufts Medical Center, comparte sus conocimientos con la Dra. Philomena Asante, líder de Diva Docs Boston y creadora de la columna Diva Docs para Coverage.
Cuando era una niña, sentía verdadera curiosidad y deseo de entender qué era lo que hacía mi madre cuando se iba de casa para cubrir su turno de enfermería de 12 horas, con su uniforme del hospital. Compartía con entusiasmo las historias de los pacientes que cuidaba, aquellos que perdía, y la sabiduría impartida por aquellos que tenían una segunda oportunidad en la vida. Lo que sí entendía era que tenía una enorme responsabilidad cuando ingresaba a la unidad de trasplantes, a menudo como la jefa de enfermería. Su trabajo afectaba otras vidas, era una apasionada de su trabajo y estaba muy comprometida con ello. Yo quería sentir ese mismo compromiso.
En la escuela secundaria, uno de mis profesores de ciencias que conocía mi interés por la atención médica compartió información sobre un programa STEM llamado "National Student Leadership Conference". Un verano, viajé a Philadelphia desde mi hogar en Montreal, Canadá, y me uní a estudiantes de todo Estados Unidos y Canadá para participar en un curso de inmersión en medicina de dos semanas de duración. Participé en cursos de anatomía humana y me maravillé al ver disecciones de corazones, pulmones y riñones humanos. Me otorgaron acceso a estudiantes de medicina y académicos de algunas de las principales instituciones médicas del país. Analizamos temas como liderazgo, disparidades, costos de la atención médica, ética médica y cuidados al final de la vida. Me brindaron información sobre los prerrequisitos, el proceso de solicitud y la capacitación. Esas semanas no solo reafirmaron mi interés por la atención médica sino que me hicieron dar cuenta de que quería ser médica.
En la facultad de medicina, descubrí que disfruto de un entorno vertiginoso y cambiante. La mayor parte de la anestesiología se practica en el quirófano, lugar que exige que todos los profesionales estén alertas. La anestesiología requiere conocimientos de medicina interna y la capacidad de pensar de forma crítica, para poder armar rompecabezas y crear soluciones rápidamente. Esa combinación me atrajo.
Elegí ser anestesióloga de cuidados intensivos, para trabajar tanto en la UCI como en el quirófano, por los desafíos y el privilegio de participar en el cuidado de los pacientes más graves en el hospital. Muchos no sobreviven.
Cuidar a pacientes de la UCI te obliga a desarrollar un gran aprecio por la vida y a no dar por sentado el tiempo.
La UCI también te enseña sobre la vida y la muerte con dignidad. Esto es tan importante, porque la muerte de un ser querido es el último recuerdo que le queda a una familia. Es fundamental para lograr la paz y dar un cierre.
Anestesiar a las personas para una cirugía es parte del trabajo de un anestesiólogo, pero es solo una pequeña parte. Nuestro rol, en primer lugar, es asegurarnos de que los pacientes estén saludables para someterse a una cirugía y, luego, determinar cómo ayudar a los pacientes a resistir el estrés físico que supone una cirugía. También nos especializamos en el control del dolor, incluido el dolor que experimentan los pacientes después de una cirugía, durante el trabajo de parto o de forma crónica debido a lesiones en la espalda y cáncer, por ejemplo.
Disparidades en el tratamiento
Los estudios muestran que el dolor suele ser ignorado y poco tratado en las personas de color. Las mujeres de color tienen menos probabilidades de que alivien su dolor en el parto con catéteres epidurales, en todos los niveles de seguro e ingresos. Durante el parto, es posible que los gritos de las mujeres afroamericanas sean ignorados y considerados como "culturales" en lugar de ser una indicación clara de dolor que se debe evaluar y abordar.
Muchos profesionales médicos creen erróneamente que las personas afroamericanas, por razones genéticas, experimentan el dolor de manera diferente a las personas blancas. Lo que se puede percibir como dolor extremo en un paciente blanco, no se toma en serio en una persona afroamericana.
Las disparidades raciales y económicas en nuestra sociedad también pueden dar origen a prejuicios inconscientes. Sabemos que si los pacientes están luchando por alimentarse o pagar un alquiler, su atención se centra en sobrevivir y no en su salud. Podrían terminar en el hospital porque no pueden pagar medicamentos recetados ni trasladarse hasta sus citas médicas. Entre los proveedores que no tienen educación sobre estos temas, eso podría generar un prejuicio: "los pacientes afroamericanos no cuidan de sí mismos". Esas conjeturas impiden mantener conversaciones importantes. Los recursos no estarán disponibles. Esto podría aumentar el riesgo de complicaciones. Y así continúa el ciclo.
La falta de diversidad en el campo de la medicina es otro factor que contribuye a la continuidad de las disparidades. Solo el 3 % de los anestesiólogos en este país son afroamericanos, un pequeño segmento de la población afroamericana.
Muchas veces, en la UCI, las familias afroamericanas me llevan aparte para entablar conversaciones, cruciales para el bienestar de su ser querido, que nunca han tenido con nadie antes. Simplemente hay una conexión automática y confianza.
También nos enfrentamos a las disparidades en los cuidados al final de la vida. Los cuidados de hospicio se ofrecen a los pacientes afroamericanos con menor frecuencia en comparación con los pacientes blancos. Esto significa que tampoco se aborda la capacidad de controlar el dolor, lo que puede generar un gran problema al final de la vida.
Preguntas importantes
Un aspecto importante de abordar las disparidades raciales en la atención médica es educar a las personas para que se sientan empoderadas y puedan consultar por la atención que tienen a su disposición para ellos y sus seres queridos.
Recomiendo a los pacientes hacer tres preguntas a un anestesiólogo antes de la cirugía.
- Primero, ¿cuál es la mejor manera de prepararme para la cirugía? ¿Debo dejar de fumar? ¿Debo bajar de peso? ¿Qué medicamentos debo tomar o no tomar? Lo ideal sería tener esa conversación unas semanas antes para que el anestesiólogo pueda coordinar con su proveedor de atención primaria o conectarle con uno si fuese necesario. En general, antes de someterse a una cirugía, usted debe controlar su presión arterial, colesterol, diabetes, problemas pulmonares o cualquier otra afección médica. Esto ayudará a minimizar el estrés que su cuerpo atraviesa y reducirá el riesgo de complicaciones.
- En segundo lugar, ¿qué tipo de anestesia recibiré para la cirugía? Es importante comprender los riesgos y los beneficios de, por ejemplo, la anestesia general, la sedación o una epidural. Es fundamental compartir experiencias pasadas, por ejemplo, si ha vomitado después de cirugías anteriores, para que el anestesiólogo pueda cambiar su enfoque y no vuelva a suceder lo mismo esta vez.
- En tercer lugar, ¿qué debo esperar después del procedimiento? ¿Qué nivel de dolor experimentaré? ¿Habrá algún efecto emocional o en la conducta? Por ejemplo, es importante que los padres sepan que cuando los niños son anestesiados, su conducta puede cambiar de forma significativa por un período breve.
El impacto del COVID-19
El COVID-19 ha revelado la debilidad de nuestro sistema de atención médica. Ahora podemos ver las disparidades con mayor claridad que nunca antes. El COVID-19 ha enfermado y matado a los afroamericanos de manera desproporcionada.
A nivel personal, la pandemia ha cambiado mi experiencia como médica. Nunca antes había entrado a una UCI y que todos los pacientes tuvieran un respirador. La cantidad de muertes en esta pandemia es algo que no había visto nunca antes.
Si bien la mayoría de los pacientes con COVID en la UCI son mayores, también hemos ingresado varios pacientes jóvenes, y eso ha sido angustiante. He cuidado de adolescentes y, justo el fin de semana pasado, de un joven de 23 años. Y están asustados. Asumimos el rol de un amigo o de un padre del adolescente o del joven de 23 años porque están solos. Somos el principal sostén emocional de esa persona, porque sus familiares no pueden ver a sus seres queridos personalmente.
Soy parte de un grupo reducido de anestesiólogos que han estado intubando, o colocando tubos respiratorios, a pacientes con COVID-19. Ha sido muy estresante debido al alto riesgo de exposición al virus. Nos hemos preocupado por la disponibilidad de mascarillas y otros equipos de protección personal. Hemos tenido que ser creativos para diseñar nuevas herramientas que nos mantengan seguros y nos permitan seguir ejerciendo nuestra profesión. Muchos de nuestros compañeros de trabajo se han enfermado de COVID-19, y hemos hecho un tremendo sacrificio personal durante la pandemia. Muchos de mis compañeros de trabajo han estado viviendo en hoteles o en sus garajes para mantener a sus familias seguras de la infección.
La pandemia me ha dado una nueva perspectiva de la vida, de lo que tenemos, porque en un instante, las cosas pueden dar un giro dramático e inesperado.
También me ha dado una nueva perspectiva sobre la importancia de la educación y la defensa de los pacientes, lo que resulta clave a la hora de abordar las disparidades.
Si tiene un familiar en la UCI, llame tanto como sea posible. Eso le ayuda a estar en contacto con los médicos que cuidan de su familiar. Ahora los médicos clínicos saben que sus pacientes tienen cónyuge, un hermano o un hijo. Saben el nombre de ese niño. Saben cómo era la vida de esa persona antes del COVID-19. Esa persona ahora está presente en la mente del médico clínico.
Y no tenga miedo de decir "No entiendo lo que me está diciendo". Y, "¿cuáles son las consecuencias de que suceda X o Y?" Hacer preguntas es la mejor manera de defender a un familiar hospitalizado, especialmente ahora.
Cambios en la medicina
La American Society of Anesthesiologists ha comenzado a prestar atención a los prejuicios. Los anestesiólogos se capacitan permanentemente para mantener sus certificaciones, y ahora los prejuicios se están analizando como parte del plan de estudios. Los programas de residencia también han demostrado interés.
Las facultades de medicina, las asociaciones médicas y las instituciones de atención médica también están reconociendo la necesidad de una fuerza laboral diversa, y la necesidad de crear caminos para la promoción, de manera que los líderes en el campo de la medicina provengan de entornos diversos.
Construir puentes entre los hospitales y sus comunidades es una tarea simple que puede ayudar a reducir las disparidades y los prejuicios, y a mejorar la atención médica. Informar a los proveedores de atención médica sobre las comunidades donde prestan servicios también es importante. Por ejemplo, si un hospital está ubicado en un área con una población afroamericana grande, los pacientes presentarán crisis de anemia falciforme. Ese dolor es real y debe tratarse.
La pandemia ha revelado de manera cruda las disparidades raciales que conocemos desde hace mucho tiempo. Ahora está frente a nosotros, está documentada y es difícil de negar. La pregunta es: ¿qué medidas estamos tomando? Porque esto no desaparecerá. Debemos ocuparnos de cambiar el rumbo.
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FOTOS DE FAITH NINIVAGGI